La vida futura de Jonas Persson

Jonas Persson es un personaje secundario y silencioso de la fabulosa película Los comulgantes, de Ingmar Bergman.
Su angustia por un futuro que sabe catastrófico es la nuestra. Su resolución planea siempre en la cabeza de cualquier persona cuerda. Su temor es al fin nuclear. El nuestro al desastre climático que nos lame los talones. El anhelo es mutuo: salir de aquí. Su vida futura, lo que sigue, es nuestra vida futura, nuestro irremediable destino.

  • Santamaría – Sentado en la iglesia de Santa María del Mar, en Barcelona, escuchando al organista, el pensamiento vuela libre y comencé a rumiar la angustia que formará el álbum. Percusiones como latidos irregulares, sintetizadores que suenan como el ruido en mi cabeza y la guitarra gimiendo la preocupación.
  • Eunice Newton Foote – Ella se dio cuenta la primera. Ella dio el primer grito de alarma. Nadie la creyó. Parece que aún no la creemos. Los hechos no necesitan de tu creencia para dejar claro el mensaje.
  • 水俣子守唄 – En 1956 aparecen en Minamata, Japón, las secuelas de otra más de las terribles decisiones que tomaron los humanos guiados por el ansia de beneficios económicos. Arrasar el ecosistema y acabar con la salud de decenas de niños no importaba. Para ellos esta nana.
  • Depuis que je suis au monde – El filósofo Emil Cioran recalca ese «desde». Desde que estoy en el mundo, ese desde me parece cargado de un significado tan espantoso, que se torna insoportable.
  • Mar de Aral – Un desierto que un día fue una enorme laguna. En recuerdo a aquellas aguas hoy desecadas por la ambición construí estas olas sintéticas.
  • Homo Sacer – Cuando la vida humana vale tan poco, acabar con ella no es un crimen, sino una operación matemática. El condenado vaga con pleno conocimiento de que su destino ya no está en sus manos y que el tiempo que le quede es de descuento.
  • √2GM/r – La velocidad de escape. La propuesta matemática para huir de aquí.
  • Varför måste vi leva? – Última frase de Jonas Persson y obligatoria conclusión por cruda e inevitable. La voz de la malograda Lhasa de Sela, mi adorada, tenía que cerrar para dejarnos consumirnos en llamas.